Marcaba 1957 y aunque allí yo no estaba, el Siglo si que estaba mi memoria: Segundos, minutos, horas, días, semanas, meses y hasta años
Y un buen día, casí sin notarlo, doblamos la esquina del Siglo que el abuelo no cruzó
Pero él nos dió el reloj de oro, primero a mi padre y luego a mi, ¿despues?
Despues no sé
Mi hijo verá pasar los segundos, minutos, horas, días, semanas, meses y hasta años
Mi padre y yo no cruzaremos el Siglo de nuevo
La memoria, que no sabe de Siglos ni relojes, continuara llenándose de muerte y vida